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En la historia reciente de México, pocos nombres resuenan con tanta claridad cuando se habla de pobreza y dignidad como el de Rogelio Gómez Hermosillo.

 

Economista y sociólogo, pero sobre todo estratega social, lleva más de tres décadas trazando una línea de batalla contra un enemigo que parece inabarcable: la pobreza laboral.

Su causa nació de una convicción sencilla y demoledora: “el trabajo no debe ser una fábrica de pobreza”. Con esa brújula, ha recorrido oficinas de organismos internacionales, despachos de gobierno y, sobre todo, trincheras ciudadanas.

 

Fue pieza clave en la reforma que desindexó el salario mínimo y abrió la puerta a su recuperación histórica en 2017. Esa decisión técnica —aparentemente fría, pero radical en sus efectos— cambió la vida de millones: entre 2016 y 2024, la mediana salarial en México se duplicó.

Rogelio tiene la paciencia del analista y la urgencia del activista. Donde otros ven estadísticas, él ve historias de mujeres y hombres que trabajan jornadas enteras sin lograr cubrir una canasta básica. Su obsesión ha sido clara: lograr que cada empleo supere el umbral de la pobreza.

Desde Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, red que articula a más de 60 organizaciones civiles, ha denunciado con rigor el clientelismo y ha demostrado con evidencia que el problema no son los programas sociales, sino un sistema económico que normaliza la precariedad.

Y con Vida Digna, su iniciativa más reciente, busca que el sector empresarial adopte el ingreso suficiente como estándar ético y motor de competitividad.

​Su estilo de liderazgo es perseverante, exigente, con la capacidad de tejer alianzas improbables entre empresarios, académicos, políticos y organizaciones sociales.

 

No siempre es sencillo: su vehemencia puede intimidar, su rigor incomoda a quienes prefieren la retórica vacía. Pero quienes lo acompañan reconocen que, detrás de esa firmeza, hay una apuesta profunda por la equidad y la justicia.

En un país donde la pobreza ha sido usada como botín político, Rogelio insiste en cambiar la narrativa: la pobreza no se administra, se erradica. Y su propuesta es clara: transformar la pobreza laboral en trabajo digno, con empresas vocales que levanten la voz, con legislaciones que blinden el ingreso suficiente y con ciudadanía activa que no acepte menos.

Su historia se lee como una serie: capítulos de victorias parciales, alianzas inesperadas, retrocesos y nuevas ofensivas. Pero el final aún está en construcción. Su meta está marcada en el horizonte del 2030, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible como guion y la Meta 1.2 de los ODS como obsesión: que quienes trabajan puedan superar, de una vez por todas, el umbral de la pobreza.

Rogelio sabe que la justicia social no se decreta: se conquista con evidencia, alianzas y perseverancia. Por eso, mientras otros se cansan, él sigue. Y en cada paso, deja claro que lo suyo no es administrar la escasez, sino imaginar un país donde el trabajo sea sinónimo de vida digna.

Por Alejandra Fosado

La mediana salarial en México se duplicó entre 2016 y 2024.

Más de 60 organizaciones en Acción Ciudadana Frente a la Pobreza.

Meta 2030: que cada empleo supere el umbral de la pobreza.

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